El espacio público como entorno activo necesita ser continuamente reinventado: proyectar este proceso desde premisas que priorizan lo patrimonial o lo paisajístico es compatible con otras que primen aspectos lúdicos o ambientales. De esta forma, el ámbito en que se erige el Teatro Municipal de Zafra se presenta como un preparado sobre el que se extienden estrategias de conciliación de los diferentes acontecimientos que se escenifican cotidianamente, y resuelve la transición entre la ciudad histórica y la naturaleza (ahora) o entre la ciudad monumental y una ‘periferia’ en construcción (en un futuro próximo).
Este espacio intermedio, con doble escala y direccionalidad, atiende a la diversidad de afectaciones del caserío que lo circunda, buscando una conexión fluida con el centro peatonal (evocando su concatenación de plazas a través de umbrales y pasos angostos que cierran las perspectivas para después abrirse paulatinamente), enlazando con las nuevas áreas y expandiendo finalmente la visión hacia el horizonte.
La nueva ordenación establece recorridos libres con pendientes suaves, que permiten la accesibilidad total para visitantes y restringida para vehículos. Los pavimentos de calzada portuguesa y hormigón desactivado delimitan los jardines alomados adosados al perímetro de la parcela, formado por edificaciones auxiliares en dos de las cuales se han consolidado elementos vernáculos (bóvedas tabicadas y muros de mampostería de pizarra) con el fin de preservarlas para una futura ampliación del programa cultural.
El Edificio
La irregularidad y extensión del perímetro medianero invitan a ocupar el solar mediante la disolución del programa, creando una nueva ‘envolvente’ de dos alturas (próxima a la escala de las edificaciones existentes) que absorbe la geometría desordenada de las traseras de los solares colindantes, ofreciendo una imagen representativa. Sobre esta especie de basamento desfigurado emerge el volumen principal (que contiene la caja del escenario, sala principal y una sala de ensayos) y cuya geometría amplifica el paisaje de cubiertas próximo y evoca el abrupto telón de fondo que forma la Sierra del Castellar.
En la concepción de este espacio escénico se ha buscado conciliar la deseable versatilidad de este tipo de instalaciones para núcleos urbanos medios (cine, teatro, sala de actos y conciertos…), con la ineludible adecuación técnica, visual y acústica. Se ha realizado un fondo de chácena practicable de grandes dimensiones, de modo que la caja del escenario (además de ofrecer una posición que favorece la carga y descarga directa) articula interior y exterior, proyectándose hacia uno y otro ámbito, lo que permite aprovechar el equipamiento lumínico para ofrecer espectáculos informales hacia la plaza.
Cuestionando el rol tradicional del espectador como ingrediente eminentemente pasivo, el teatro pretende avanzar hacia una arquitectura que más allá de provocar un afecto contemplativo, acomoda sus atributos y administra sus potenciales, invitando a sus usuarios latentes a establecer con ella gestos de complicidad mediante el despliegue de una serie de contextos lúdico-sensitivos de distinta intensidad.
Del mismo modo, una serie de perforaciones realizadas en el muro occidental del escenario convierten a los viandantes en espectadores furtivos (¿quién no ha buscado los resquicios de una valla para disfrutar momentáneamente de un espectáculo para el cual se carecía de entrada?), perpetúa su condición escénica de la caja negra más allá de las representaciones (durante los ensayos, montajes, o cuando se halla vacío).
Camerinos individuales y colectivos, locales técnicos y de proyección completan el programa específico del edificio, para cuya materialización se han seguido criterios de economía, sencillez de puesta en obra y facilidad de mantenimiento, optando por el empleo de una gama de materiales muy restringida que, sin rechazar la herencia tectónica pretende alcanzar una expresividad constructiva y formal netamente contemporánea. Así, se ha ejecutado una estructura mixta de cerchas de acero apoyadas sobre muros de hormigón armado in situ para el volumen principal, donde los faldones de cubierta y algunas de las fachadas se revisten con bandejas de zinc prepatinado, mientras que en los paramentos exteriores se emplea un revoco gris en combinación con un basamento de gres abotonado cuyo patrón sirve de base a la señalética del edificio.
Ficha técnica del proyecto arquitectónico
Arquitecto: Enrique Krahe
Ubicación: Zafra, España
Colaboradores: Arancha Montero (Jefa de Proyecto), Jesús Isla, Joaquín Longhi, Carlos Brage, Lucía Fernández
Aparejadores: Carlos Rubio Manso, Joaquín Escribano Mediero
Estructurista: José Pablo González
Constructora: Procondal S.A.
Promotor: Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Extremadura
Finalización de obra: Noviembre 2009
Superficie construida: 2.673,692 m2
Superficie urbanización: 2.808,16 m2
Fotografía: Miguel de Guzmán